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En Venezuela, la memoria colectiva llanera, de historias, de cuentos, mitos y leyendas, de supersticiones, de creencias, de espejismos, de moral y religiosidad, de realidad y fantasía… de identidad; reconoce y valida la existencia del espíritu vagabundo de un hombre que mató a su papá, y fue condenado a vagar por el mundo cargando en un costal los huesos de su progenitor.

Según la leyenda, un joven terco y maleducado, asesinó a su propio padre, ya que una noche le dijo a su madre que quería ciervo para cenar, por lo que la mujer le dijo que acompañara a su padre para cazarlo; sin embargo, el hombre al no lograrlo, fue asesinado por su propio hijo. Tras este hecho, su abuelo lo mando a matar, ordenó que lo ataran a un poste en el medio del campo, a destruirle la espalda a latigazos, que sus heridas fueran lavadas con aguardiente, y al liberarlo lo hiciera junto a dos perros hambrientos y rabiosos. Después de haberlo torturado, su abuelo lo condeno a vagar siendo llamado «Perro Tareco o «Perro del Diablo». Antes de liberarlo su abuelo lo maldijo y condenó a portar los huesos de su padre por toda la eternidad.

Tiene un silbido característico que se asemeja a las notas musicales do, re, mi, fa, sol, la, si, en ese mismo orden, subiendo el tono hasta fa y luego bajando hasta la nota si. Sin embargo, se cuenta que su nombre lo adquirió debido a que antes de convertirse en un alma en pena, caminaba a todos lados silbando. Se dice que cuando su silbido se escucha muy cerca no hay peligro, ya que el Silbón está lejos, pero si se escucha de lejos significa que está muy cerca. También se dice que escuchar su silbido es presagio de la propia muerte aterrorizando a las personas y dejándolas estupefactas. Puede estar en cualquier sitio en cualquier hora.

Tal parece que si se siente el silbido de lejos lo único que puede salvar a la persona es el ladrido de un perro, ya que es lo único que le aterra, un ají o un látigo.

Con el fin de vengar su pésima suerte, El Silbón ajusticia a quienes se le cruzan por el frente, en particular si éstos andan festejando, bailando o realizando cualquier otra actividad distinta al trabajo de un buen llanero, también cobra venganza a los hombres mujeriegos.

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