En noviembre de 1971 durante un vuelo de Portland a Seattle, un misterioso hombre de traje y gafas oscuras sentado en el último asiento del avión, llamó a la aeromoza y calmadamente abrió su maletín, dentro había una bomba, sus demandas eran muy simples, quería $200.000 y 4 paracaídas.
Al aterrizar en Seattle, la aerolínea accedió a su pedido y lo intercambio por los 36 pasajeros a bordo menos la tripulación. El secuestrador que adicionalmente había pedido que llenaran el tanque de combustible del avión, ordenó a los pilotos que volaran a Reno.
5 minutos después de despegar, ordenó a toda la tripulación que se encerrara en la cabina del avión y les prohibió salir.
Luego de la travesía el avión logra aterrizar en Reno, las autoridades que ya estaban informadas de lo que sucedía se sorprendieron una vez se acercaron al avión.
Las puertas traseras de la aeronave estaban abiertas, no había rastros del secuestrador, bomba o dinero.
Fue así como D. B. Cooper salto en la obscuridad de la noche hacia su libertad.
Hasta el día de hoy sigue siendo el único caso de piratería aérea que sigue sin resolver y aun cuando el FBI dio por terminada su investigación en el año 2016, siguen al pendiente por si llegasen aparecer nuevas evidencias.